Guatemala experimenta un proceso de cambio político, etapa de transición democrática que no se consolida por la sobrevivencia de factores autoritarios que conviven con reglas democráticas, dando como resultado una aparente estabilidad, donde el control político transita de actores tradicionales (partidos políticos, empresariado) a nuevos actores emergentes. Sus anclajes en las estructuras del poder, desde lo local hasta lo nacional, y la acumulación capitalista que combina recursos ilegales con operaciones al amparo de un estado de derecho endeble y el aumento de la riqueza por la vía de los negocios con el Estado, crea un escenario de permanente confrontación, que no se percibe en la superficie pero sí en ámbitos específicos que vulneran los derechos vitales de las personas, usa el miedo como recurso para la inacción colectiva y controla las instituciones públicas.