La popularidad del concepto de ‘hegemonía’ en el análisis político ha sido tan amplia como las críticas a sus implicaciones. Por ejemplo: su presuposición de una necesaria homogenización del espacio normativo-discursivo y su desatención a los procesos de resistencia subyacentes a todo aparente consenso. El artículo busca interpretarlo de tal manera que responda a esas objeciones y, adicionalmente, resulte operacionalizable como modelo para pensar los procesos de formación, expansión y destrucción de consensos en las sociedades modernas. Para eso recurre a una comprensión de la acción política como un tipo de comunicación fundada en argumentos, orientada a obtener una adhesión mayoritaria, pero cuya eficacia –como permiten mostrarlo algunos conceptos de la teoría de la argumentación– siempre es gradual y fragmentaria.